XIX. Ave fénix

“Cuán maravilloso es el ave fénix; vive, crece, aprende y resiste.

Luego solo se disipa en sus cenizas, de las cuales retorna a la vida,

ansioso de encontrar un nuevo amanecer”.


 

La vida, pese a sus etapas más oscuras, continúa y esos períodos duros son los que nos van curtiendo y nos hacen más fuertes para el futuro. De toda mala etapa (o de toda etapa no tan buena) se sale y yo emergí de entre las cenizas dispuesta a desplegar mis alas bañadas en fuego de ave fénix. Los versos de mis poemas comenzaban a dejar de estar rodeados por la niebla y la bruma del pesimismo y empezaba a respirar el cambio con esa pincelada de color, luz y vida. Un proceso lento pero que acabaría dando sus frutos con la letra de «The Show Must Go On» de fondo y una de sus estrofas como slogan de lucha: «My make up may be flaking but my smile still stays on» [puede que se me haya corrido el maquillaje, pero no dejaré de sonreír].

El mundo no se había acabado con la despedida inesperada de Daniel, todo lo contrario, su mecanismo parecía funcionar mejor que nunca, como si una mano invisible hubiese arreglado las piezas rotas que sin darme cuenta se habían estado clavando en mi piel. El curso, pese  a haber finalizado, no se me había escapado por completo de las manos. Como no había cumplido con los requisitos de asistencia había perdido el derecho a evaluación continua y en algunos casos ya se había hecho incluso el examen final. De Antropología e Inglés pude presentarme de examen de evaluación final en la primera convocatoria de mayo y ya en julio haría el resto de exámenes.

Independientemente de si seguía o no en Traducción, lo correcto era acabar lo que tan bien había empezado y mis padres estuvieron ahí para apoyarme. En ningún momento me reprocharon haber llegado a ese punto, su único objetivo era ayudarme y animarme a seguir adelante y confiar en mí por encima de todo. Mi mayor miedo era decepcionarlos si suspendía, sentía que mi obligación era compensarlos de algún modo por haber abandonado la carrera en el segundo cuatrimestre y lo conseguí, aprobé todo, salvé el curso en el sprint final, cuando ya casi no quedaba arena en el reloj. Primero de carrera acabado, solo quedaba tomar la decisión de hacia dónde tirar desde allí, ¿quedarme donde estaba o apostar por un nuevo comienzo?

Opté por seguir en la carrera en la que tantas ganas había tenido de entrar y además, acepté el Erasmus que había solicitado a comienzos de año. Me iría un cuatrimestre a París, a estudiar a una universidad a la que tantas veces había soñado poder ir cuando mi profesor de francés en el instituto nos hablaba de los encantos de la Sorbona. Una nueva aventura empezaba lejos de casa y me aguradaban gratas sorpresas en una ciudad que siempre había ansiado visitar. Aunque supongo que París también era una especie de vía de escape para alejarme de un Vigo que me traía demasiados recuerdos, además de ser una manera de demostrarle a Daniel que había sido capaz de salir adelante. Aún así, acabaría teniendo algún que otro altibajo y habría noches de pesadillas con el que había sido mi novio casi un año. Pero, como todo ave fénix, me llevaría su tiempo desprenderme de todas las cenizas que me habían insuflado vida.

Alas de ave fénix

De las cenizas
que yacen en el suelo gélido
sumergido en las profundidades
de una oscuridad desoladora,
brotan chispas doradas,
como ascuas de un fuego
que se resiste a apagarse,
luchando contra una muerte prematura.

Las chispas diminutas,
al principio tímidos puntos
atrapados en la tinta negra
de las entrañas de la tierra,
se transforman en llamas,
en lenguas de un intenso naranja,
sedientas de vida,
de luz,
de libertad.

El fuego se hace dueño
de las tinieblas,
devorando hasta la última ceniza;
la montaña gris desaparece,
como si nunca hubiese existido
y de la invisibilidad
de unas cenizas inexistentes
emergen las alas doradas
de un ser incandescente,
cubierto de plumas teñidas de fuego.

El fénix revive
y extendiendo las alas,
escapa de la cárcel
en la que tanto tiempo
llevaba atrapado,
volando hacia la luz
que comienza a atisbarse
al final del túnel negro,
con alas de libertad.

© Ana Souto Villanustre

 

2 comentarios en “XIX. Ave fénix

  1. Maria Isabel soñora Gomez dice:

    Noraboa pola túa gran valentia. Un relato realmente cargado de emociòns que me enganchou dende a primeira frase. Son mamà dun neno cun sindrome raro asociado a outros problemas que fan que o seu futuro sexa unha incertidumbre para nós. Ler a túa novela foi para min como recuperar o osixeno que perdo cada dia pola angustia que me provoca o futuro.Gracias polo teu relato. Estou segura de que axudaràs a moita xente. Tamèn estou completamente segura de que túa nai estarà orgullosisima de ti. Saúdos dende Rianxo

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    1. Ana Souto Villanustre dice:

      Moitas grazas por valorar as miñas palabras 🙂 Casualidades do destino… A miña familia materna é rianxeira! No que puder axudar aquí estou. Vou retomar o que comecei no seu día e seguir escribindo 🙂

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