XIV. De regreso al ginecólogo

«Eres imperfecta,

de manera permanente e inevitablemente imperfecta.

Y eres hermosa» Amy Bloom


Rokitansky tiene solución, por lo que Daniel y yo hablamos de las opciones que la medicina ofrece para tratarme y crear una neovagina para mantener relaciones sexuales al más puro estilo heteropatriarcal con penetración total. Según Internet la opción menos agresiva era usar dilatadores y la alternativa, operarme. Cada vez que hablábamos del tema acababa sintiéndome mal por no haberme tratado mucho antes, por haber intentado huir de Rokitansky dándole las espaldas. Me sentía culpable. Daniel estaba haciendo el esferzo de estar conmigo y yo ni me molestaba en mejorar para él. Sentía que no hacía lo suficiente en proporción a lo que él sí hacía por mí. Qué triste que viese las cosas de ese modo, por un lado el sentir la necesidad de darle las gracias por estar conmigo y, por otro lado, sentirme en la obligación de darle algo a cambio. El amor se trata de algo muy diferente, no consiste en dar y recibir, sino en compartir lo que ambas personas ya tienen…

A pesar de que me apetecía probar lo de los dilatadores, una parte de mí no quería, pues supondría tener que ir al ginecólogo de nuevo y hablar de ello con mi madre. Rokitansky había pasado a formar parte de Daniel y de mí como pareja, por lo que no me agradaba la idea de tener que hablarlo con alguien ajeno a nosotros. Si no recuerdo mal, acabó siendo mi propia madre la que sugirió lo de ir al médico y la verdad es que se lo agradezco, por muy mal que hubiese reaccionado cuando me lo propuso. Quizás no quería hablar de Rokitansky con mi madre por miedo a sentirme juzgada, además de que sería incómodo hablar de si Daniel y yo ya nos habíamos acostado o no.

Así que acabé en la consulta de una ginecóloga que volvió a explicarme las características de mi síndrome. Muy buena profesional, que además me hizo sentir a gusto, pero aún así lo que no me agradó fue tener que volver a escuchar la misma historia y el mismo veredicto médico como si yo no supiese perfectamente lo que llevaba o no llevaba dentro de mi cuerpo. No es necesario recordar las cosas de ese modo como si por ser paciente padeciese algún tipo de amnesia. Claro que no tenía una vagina profunda, claro que tenía ovarios y trompas de falopio… Y por supuesto sabía perfectamente todo lo referente a la cuestión de las relaciones sexuales, sino no estaría allí. Sé que ella no lo hacía con ninguna mala intención, todo lo contrario… Estaba haciendo su trabajo y su único objetivo era atenderme lo mejor posible, pero me sentí expuesta, desnuda, vulnerada. No necesitaba que absolutamente nadie me refrescase la memoria, Rokitansky ya estaba lo suficientemente grabado en mi cabeza. Supongo que el verdadero problema estaba en mí y no en ellos, el problema era la forma en la que yo quería que se hablase de Rokitansky (o no se hablase).

Ninguno de los doctores pretendía atacarme con sus palabras o reprocharme nada sobre los motivos por los que estaba en la consulta, pero yo sí me sentía atacada y no sabía cómo defenderme, cómo gritarles que se callaran. En cierto modo sentía que ellos mismos concebían mi síndrome como un problema al que poner solución y eso me hacía sentir juzgada por mucho que no dependiese de mí haber nacido así.

Tendría que usar dilatadores. Comprarlos en una farmacia -como si se vendiesen como caramelos en los quioscos del parque, cosa que no era así ni de lejos- y usarlos todos los días, unos 20 minutos por la mañana y otros 20 por la noche. Encontrar un lugar tranquilo y ejercer presión hasta sentir un poco de dolor, aguantar así hasta que las agujas del reloj dictaminasen que la sesión se había acabado. La doctora me lo explicó a mí y después pidió que llamasen a mi  madre para que entrase en la consulta y estuviese al tanto de lo que me había contado.

La operación la mencionó de pasada cuando me explicó qué opciones tenía para ser una mujer de anatomía «normal». Digamos que ni me llegó a hablar de los diferentes tipos de intervenciones que hay, no era necesario, pues a mí no me quedaba otra que usar los dilatadores (como el resto de chicas roky, según lo que me dio a entender ella misma). Habló de la operación como una opción remota en caso de que lo de las dilataciones no funcionase, vaya, como una opción poco habitual en casos muy extremos. De haber sabido que eso no era así, que bastantes más mujees de las que yo creía se decantaban por el quirófano al poco tiempo de enterarse de lo de roky, todo habría sido muy diferente. Aunque quién sabe, si las cosas tomaron ese rumbo quizás haya sido por algo… No puedo lamentarme por eventos del pasado que ya se han consumado, lo único que conseguiría sería dar carta blanca a que la negatividad echase raíces en mi interior. Operarme no era una opción por aquel entonces.

© Ana Souto Villanustre

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