XII. Armas de doble filo

«You’re poison running through my veins» Poison, Alice Cooper


Me quería muy poco y ese poco que me quería a mí misma se debía simplemente al hecho de que Daniel estuviese conmigo. Basaba mi aceptación en su aceptación y mi seguridad en su amor hacia mí, aunque tardaría en darme cuenta de ello. Esa necesidad de tenerlo cerca para permitirme quererme dio lugar a una relación de dependencia muy grande y muy poco sana. Nunca había sido una persona de autoestima alta, por lo que esa relación primeriza se convirtió en un arma de doble filo.

A pesar de lo mucho que quería a Daniel (o creía quererlo), en determinadas ocasiones no se portaba como cabría esperar en una pareja, lo que me llevó a acabar creyendo que tal vez yo tuviese la culpa. Mi parte racional me decía que debía imponerme, hablar las cosas con él y no consentir que nadie me hiciese sentir mal con mi persona. Por desgracia la parte emocional era más fuerte y me limitaba a callar por miedo a perderlo. Llegué a sentirme tan mal conmigo y a odiarme tanto que le estaba agradecida por estar con alguien tan mediocre como yo y de tan poca valía. Sabía que tenía que cortar con él – mis amigas me lo decían constantemente y estaban cansadas de repetírmelo una y otra vez- pero poner fin a lo nuestro implicaría despedirme para siempre del amor. ¿Quién querría estar con alguien como yo y que además tiene Rokitansky? Nadie, esa era mi conclusión. Además de no estar en lo cierto –porque nuevos amores llegarían- es bastante triste que me hubiese atado a una persona tóxica por miedo a la soledad. ¿Acaso se es más completa por tener a un hombre en tu vida? Desde luego que no.

Por aquel entonces era demasiado débil e inocente, pero todo ello me sirvió para más adelante, pues de los errores siempre se aprende. Por muy mal que lo hubiese podido pasar no sería quien soy a día de hoy de no haber sido por algunos de esos baches que me entorpecieron el camino. Me he dado cuenta de lo maravilloso que puede ser compartir un trocito de tu vida con alguien, pero al mismo tiempo me di cuenta de que por encima de eso está la importancia de quererse a uno mismo. No podemos buscar amor en los demás para paliar carencias propias en realidad salavables. Somos mucho más autosuficientes de lo que creemos en cuanto a amor y felicidad, pero debemos creer en esa capacidad. La gente que nos rodea son las ayudas complementarias, pero la verdadera fuente de vida y energía está dentro de nosotros. Intenté beber del agua de otro cuando en relaidad debería haber limpiado mis cañerías y haber dejado brotar mi propia agua.

Me fui apagando poco a poco pero creía ser feliz por el mero hecho de seguir acompañada. Aquellos eran tiempos en los que veía la soledad como sinónimo de negatividad y tristeza para mí… Afortunadamente con el paso de los meses -sin Daniel en mi vida- y gracias a mi Erasmus en París, descubriría lo bello que es encontrarse con una misma, pararse a escuchar esos pensamientos que rondan nuestras cabezas y derrochar amor hacia nosotros con nuestras virtudes y defectos. Aprender a amoldarnos a nuestra persona y tomarnos la libertad de querernos.

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